viernes, 7 de junio de 2013

Apunte sobre Cortázar

Borges y Cortazar
Los dos escritores han abordado diferentes géneros y ejes temáticos a lo largo de su recorrido. En la literatura de Borges hay una serie de inquietudes metafísicas que aparecen en sus poemas y en la narrativa: el laberinto, el espejo, el tigre, el doble, los sueños, el infinito y el tiempo cíclico. Cortázar, en cambio, presenta ciertos ejes temáticos que pueden resumirse en el mundo del boxeo, el jazz, la ciudad de París, la infancia, lo fantasmagórico, la defensa de los derechos humanos. 
La fascinación que ambos tuvieron hacia la mitología griega y romana podemos compararla al enamoramiento de Ariadna, hija de Minos y Pasífae, de Teseo. Este, para permitirle encontrar el camino en el laberinto, la prisión del Minotauro, le dio un ovillo, cuyo hilo Ariadna fue devanando y sirvió para indicarle el camino de regreso.

Tanto Borges como Cortázar se enamoraron del mundo clásico. Las derivas de ese entusiasmo los unen como un hilo, y pueden leerse las huellas de esas lecturas en varios de sus escritos. 

Lo fantástico según Cortázar
Ya no sé quién dijo, una vez, hablando de la posible definición de la poesía, que la poesía es eso que se queda afuera, cuando hemos terminado de definir la poesía. Creo que esa misma definición podría aplicarse a lo fantástico, de modo que, en vez de buscar una definición preceptiva de lo que es lo fantástico, en la literatura o fuera de ella, yo pienso que es mejor que cada uno de ustedes, como lo hago yo mismo, consulte su propio mundo interior, sus propias vivencias, y se plantee personalmente el problema de esas situaciones, de esas irrupciones, de esas llamadas coincidencias en que de golpe nuestra inteligencia y nuestra sensibilidad tienen la impresión de que las leyes, a que obedecemos habitualmente, no se cumplen del todo o se están cumpliendo de una manera parcial, o están dando su lugar a una excepción.
Ese sentimiento de lo fantástico, como me gusta llamarle, porque creo que es sobre todo un sentimiento e incluso un poco visceral, ese sentimiento me acompaña a mí desde el comienzo de mi vida, desde muy pequeño, antes, mucho antes de comenzar a escribir, me negué a aceptar la realidad tal como pretendían imponérmela y explicármela mis padres y mis maestros. Yo vi siempre el mundo de una manera distinta, sentí siempre, que entre dos cosas que parecen perfectamente delimitadas y separadas, hay intersticios por los cuales, para mí al menos, pasaba, se colaba, un elemento, que no podía explicarse con leyes, que no podía explicarse con lógica, que no podía explicarse con la inteligencia razonante.
Ese sentimiento, que creo que se refleja en la mayoría de mis cuentos, podríamos calificarlo de extrañamiento; en cualquier momento les puede suceder a ustedes, les habrá sucedido, a mí me sucede todo el tiempo, en cualquier momento que podemos calificar de prosaico, en la cama, en el ómnibus, bajo la ducha, hablando, caminando o leyendo, hay como pequeños paréntesis en esa realidad y es por ahí, donde una sensibilidad preparada a ese tipo de experiencias siente la presencia de algo diferente, siente, en otras palabras, lo que podemos llamar lo fantástico. Eso no es ninguna cosa excepcional, para gente dotada de sensibilidad para lo fantástico, ese sentimiento, ese extrañamiento, está ahí, a cada paso, vuelvo a decirlo, en cualquier momento y consiste sobre todo en el hecho de que las pautas de la lógica, de la causalidad del tiempo, del espacio, todo lo que nuestra inteligencia acepta desde Aristóteles como inamovible, seguro y tranquilizado se ve bruscamente sacudido, como conmovido, por una especie de, de viento interior, que los desplaza y que los hace cambiar.
Rayuela

Capítulo 1



¿Encontraría a la Maga? Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti, y apenas la luz de ceniza y olivo que flota sobre el río me dejaba distinguir las formas, ya su silueta delgada se inscribía en el Pont des Arts, a veces andando de un lado a otro, a veces detenida en el pretil de hierro, inclinada sobre el agua. Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse o que aprieta desde abajo el tubo de dentífrico.

Pero ella no estaría ahora en el puente. Su fina cara de translúcida piel se asomaría a viejos portales en el ghetto del Marais, quizá estuviera charlando con una vendedora de papas fritas o comiendo una salchicha caliente en el boulevard de Sebastopol. De todas maneras subí hasta el puente, y la Maga no estaba. Ahora la Maga no estaba en mi camino, y aunque conocíamos nuestros domicilios, cada hueco de nuestras dos habitaciones de falsos estudiantes en París, cada tarjeta postal abriendo una ventanita Braque o Ghirlandaio o Max Ernst contra las molduras baratas y los papeles chillones, aun así no nos buscaríamos en nuestras casas. Preferíamos encontrarnos en el puente, en la terraza de un café, en un cine-club o agachados junto a un gato en cualquier patio del barrio latino. Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que se cierra. Justamente un paraguas, Maga, te acordarías quizá de aquel paraguas viejo que sacrificamos en un barranco del Parc Montsouris, un atardecer helado de marzo. Lo tiramos porque lo habías encontrado en la Place de la Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo, sobre todo para meterlo en las costillas de la gente en el metro y en los autobuses, siempre torpe y distraída y pensando en pájaros pinto o en un dibujito que hacían dos moscas en el techo del coche, y aquella tarde cayó un chaparrón y vos quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando entrábamos en el parque, y en tu mano se armó una catástrofe de relámpagos y nubes negras, jirones de tela destrozada cayendo entre destellos de varillas desencajadas, y nos reíamos como locos mientras nos empapábamos, pensando que un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque, no podía entrar en el ciclo innoble del tacho de basura o del cordón de la vereda; entonces yo lo arrollé lo mejor posible, lo llevamos hasta lo alto del parque, cerca del puentecito sobre el ferrocarril, y desde allá lo tiré con todas mis fuerzas al fondo de la barranca de césped mojado mientras vos proferías un grito donde vagamente creí reconocer una imprecación de walkiria. Y en el fondo del barranco se hundió como un barco que sucumbe al agua verde, al agua verde y procelosa, a la mer qui est plus félonesse en été qu'en hiver, a la ola pérfida, Maga, según enumeraciones que detallamos largo rato, enamorados de Joinville y del parque, abrazados y semejantes a árboles mojados o a actores de cine de alguna pésima película húngara. Y quedó entre el pasto, mínimo y negro, como un insecto pisoteado. Y no se movió, ninguno de sus resortes se estiraba como antes. Terminado. Se acabó. Oh Maga, y no estábamos contentos.

Rayuela es una novela del escritor argentino Julio Cortázar publicada en 1963. «De alguna manera es la experiencia de toda una vida y la tentativa de llevarla a la escritura», respondió Cortázar cuando le preguntaron qué significaba para él. Rayuelaes una de las obras centrales del boom latinoamericano. 
Partes en que puede dividirse su argumento.I)La primera parte, Del lado de allá nos cuenta la vida de Horacio Oliveira, un argentino durante su estancia en París y la relación que tiene con la Maga, además de su grupo de amigos que forman el Club de la Serpiente, con los que entablan memorables conversaciones y discusiones que nos entregan la visión de Cortázar sobre diferentes aspectos del arte en la vida y de la vida en el arte, simultáneamente.II)La segunda, Del lado de acá, el regreso de Oliveira a Buenos Aires, donde vive con su antigua novia; allí pasa largas horas con sus amigos Traveller y Talita; en el primero se ve a sí mismo antes de partir, en la segunda ve a la Maga, inolvidable y siempre presente.III) Finalmente De otros lados, que agrupa materiales heterogéneos: complementos de la historia anterior, recortes de periódico, citasde libros y textos autocríticos atribuidos a Morelli, un viejo escritor (álter ego de Cortázar). Estas páginas, si bien en ocasiones se relacionan con los capítulos que las preceden, muchas veces no son más que estímulos imprecisos que Cortázar nos presenta para ayudarnos de alguna forma a alejarnos de la linealidad clásica de la literatura y sumergirnos en subtextos y subtextos de subtextos.

En su fondo y en su forma, Rayuela reivindica la importancia del lector y hasta cierta forma lo empuja a una actividad y protagonismo negado por la novela clásica en la que éste era llevado por la linealidad de una historia en la que lo más importante era «lo que pasaría al final». En Rayuela el argumento no importa o sólo importa en tanto es el escenario en que los personajes habitan y se desenvuelven, en una libre y profunda vitalidad que el autor les otorga y de la que él mismo dice no hacerse responsable.


Cortázar busca con esta obra «ver de otra manera el contacto entre la novela y el lector», incitando a éste a que modifique su actitud pasiva frente a la obra, para tomar parte activa y crítica. De esta manera, formarse «una polémica en ausencia […] Una especie de polémica entre un autor y un lector».

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